El reto de la habitabilidad en calle en Medellín es uno de los desafíos sociales más apremiantes de esta década. Reconocemos el esfuerzo distrital en la atención asistencial, pero es el momento de dar un paso estratégico hacia un modelo que no solo palie la urgencia diaria, sino que construya proyectos de vida sostenibles. Para lograrlo, la ciudad debe reinventar la forma en que ofrece ayuda, priorizando la resocialización por encima de la simple asistencia.
Desde Corpocentro consideramos que el primer gran ajuste debe ser geográfico: la descentralización de los puntos de atención. La concentración de Centros Día en la comuna 10, si bien es logísticamente conveniente para la administración distrital, mantiene a esta población peligrosamente cerca de los focos de consumo como el Bronx en Estación Villa y Niquitao en el barrio Las Palmas. Para ofrecer una oportunidad real de cambio, es fundamental romper esa conexión física.
Proponemos que la administración evalúe la apertura de centros de atención integral en otras comunas y zonas de alto impacto como Guayabal, Belén o Laureles, a donde se han ido trasladando los habitantes de calle. Esta medida permitiría no solo aliviar la presión sobre el centro, facilitando su resignificación, sino que brindaría un nuevo entorno, alejado de las dinámicas de adicción. Descentralizar es ofrecer un nuevo paisaje, un nuevo punto de partida para la reconstrucción personal.
El segundo pilar de esta transformación reside en el corazón de los Centros Día. No basta con proporcionar alimentación, higiene y dormitorio. La experiencia de otras capitales del país nos muestra un camino claro: debemos trascender lo asistencial para enfocarnos en la regeneración del espíritu y la mente. La persona en situación de calle requiere encontrar un propósito y una alternativa lúdica y formativa para ocupar su tiempo, desplazando la dependencia del consumo.
La propuesta es convertir estos centros en espacios de reactivación cognitiva y emocional. Esto implica integrar un fuerte componente educativo, recreativo y lúdico como eje central. Programas exitosos en otros territorios incluyen la formación técnica y vocacional, el acompañamiento en la validación de la educación básica y el bachillerato, talleres culturales y artísticos, y actividades deportivas. Estas herramientas, lejos de ser un simple pasatiempo, son esenciales para recuperar la autoestima, desarrollar habilidades para el trabajo y, fundamentalmente, restablecer la dignidad.
Al ofrecer un programa de resocialización activo, la ciudad pasaría de simplemente gestionar la indigencia a verdaderamente invertir en la inclusión. El objetivo final es claro: transformar los Centros Día en verdaderas Comunidades de Vida, donde cada ciudadano, a través de la educación y el arte, encuentre los argumentos para abandonar la calle y reconstruir sus lazos familiares y sociales.
Medellín cuenta con el talento, la experiencia y los recursos para implementar esta hoja de ruta. Al adoptar la descentralización de la esperanza y la incorporación de modelos lúdico-formativos, la ciudad no solo mejorará sus indicadores de seguridad y convivencia, sino que hará una declaración poderosa: que la dignidad y el futuro de cada uno de sus ciudadanos son su prioridad innegociable.














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